La petición me pareció de lo más extraña, pero no iba a rebatirle nada que me pidiera. Asentí con la cabeza voluntariosa y fui a buscar el espejo redondo que reposaba sobre el mármol del lavabo, al lado de las lociones y colonias pour homme.
Al volver le encontré sentado sobre la cama con los pantalones alrededor de los tobillos. Sus piernas eran como las que pintaba Botero en sus telas, regordetas y con un punto de flacidez importante.
Me tendió una mano para que le diera el espejo. Se lo puso detrás de la pantorrilla derecha y en él aparecieron cuatro números que me eran muy familiares.
-A veces se me olvidan las cosas y no puedo arriesgarme a perder las cosas importantes.
Tenía tatuado el código de la alarma al revés. Si Federico hubiera tenido cincuenta años menos, me habría fascinado, pero sus blandas carnes me tiraban de espaldas, habituada a la contundencia de la juventud.
Me indicó, redireccionando la barbilla hacia la pared, que marcara los dígitos en el panel digital, que ya conocía el tacto de la yema de mi dedo.
La alarma quedó desactivada.
Le ayudé a subirse los pantalones sobre unos bóxers de algodón de rayas azul celeste sobre fondo blanco. Su piel era muy blanca. Casi traslúcida. Procuré no mirar demasiado para evitar que me diera un vahído.
Cuando levantó la urna de cristal la mosca salió disparada. Pasó de largo por delante de mi cara, regresó, se paró agitando sus detestables alas a la altura de mis ojos, haciéndome sentir culpable por lo que ambas sabíamos que yo había hecho, y se posó sobre la frente de Federico. Si no la aplasté con la palma de la mano fue para no agredir a mi esposo, cuyas pupilas permanecían fijas en el falso Fabergé.
Con el dedo cogió el zafiro que se había caído con tanto revoloteo sobre la base y lo examinó de cerca… Muy de cerca.
-Plástico.
-¿Confías en mí?
Movió la cabeza afirmativamente.
-Ahora vuelvo.

 
Vaya que contrariedad un molesto insecto de polizón en la cristalina casita del huevo. ¿Cómo y cuándo habrá llegado allí? ¿Y sobre todo quién es la persona responsable de que no sólo se cuele sino que además pulule libremente una mosca en tan acaudalada vivienda?
ResponderEliminarSaludos planeadores
Amigo Uno:
ResponderEliminarNo puedo adelantarle acontecimientos, pero sepa que moscas hay en todas partes, y a veces incluso donde no se las desea.
Saludos sinceros.