Para el día que llevé a cabo mi
cometido elegí una falda con vuelo y escondí la cámara dentro del cullotte.
El dormitorio de Federico estaba justo a dos puertas del mío,
apenas cincuenta metros que recorrí con maripositas revoloteándome en
el estómago. Olía el peligro, pero me gustaba sentir la descarga de adrenalina
que azotaba mi cuerpo con la brusquedad con la que el viento azota
unas sábanas tendidas ya que la propietaria de las mismas no tiene secadora en
casa… Un atraso.
            -Buenos días, querido –dije adentrándome en el dormitorio con voz risueña a la
vez que miraba de reojo mi objetivo: el huevo.Me acerqué a él y le besé en la mejilla...arggg. Luego abrí las contrapuertas de las ventanas para que la luz del día entrara con todo su esplendor –para que cegara a mi marido y no se fijara demasiado en mi cara, en la que se reflejada la excitación del momento- iluminando parte de la estancia.
-¿Cómo has dormido esta noche?
-Como un viejo de noventa y cinco años, poco y mal… -le ayudé a enderezarse sobre la cama-. Acompáñame al baño.
Cada mañana el mismo ritual: le calzaba las zapatillas, se apoyaba en mí hombro para ponerse en pie y dábamos unos pequeños paseos por la habitación hasta que sus piernas soportaban el peso de sus setenta quilos sin perder el equilibrio.
Todas las habitaciones tenían baño, el de Federico estaba adaptado. Se cambió la bañera por un plato de ducha grande con agarraderas para que no se cayera si resbalaba. Federico estaba lo bastante ágil para ducharse solo, afortunadamente para mí, que al verle desnudo habría entrado en shock. En el baño había un botón de emergencia, cuyo pitido sonaba en toda la casa al ser accionado si sufría algún percance.
Cuando descubrí el botón lo presioné en un par de ocasiones y André con el séquito de sirvientes irrumpieron primero en el dormitorio y luego en el baño con la lengua fuera de la boca. Les dije que había accionado el botón sin querer. Me miraron malhumorados. La segunda vez que apreté el botón, a la semana siguiente, cuando llegó la plantilla casi al completo paré el cronómetro:
-Treinta y siete segundos y dos centésimas -la cocinera llegó a los pocos segundos que el resto-. Treinta y nueve segundos y diez centésimas… María, hay que mejorar esa marca.
Me fulminaron a la vez con la mirada, pero mala hierba nunca muere… o al menos con una mirada malintencionada.
            El agua de la ducha empezó a sonar.
            Saqué la cámara del cullotte e hice fotos al Fabergé buscando la mejor iluminación y el mejor enfoque. Eran las
ocho de la mañana de un día claro con nubes algodonadas que el aire arrastraba
con sigilo. El sol aun tardaría unos cincuenta minutos en salir.Al dejar de oír el sonido del agua caer diez minutos más tarde, guardé la cámara y me acerqué a la cama. Presioné el botón del intercomunicador instalado al lado del cabecero:
-El señor se ha levantado. Desayunaremos en veinte minutos en la galería del jardín.

 
Auri, como te preocupas por tu marido y que el personal del servicio esté en forma.
ResponderEliminarRecuerdame, si algún día me caso, no encargarte a ti el reportaje fotgráfico de la boda. No quiero que recaigas en tu esguice digital.
Saludos de película (fotográfica)
Amigo Uno, siempre procuro el bienestar de la familia y el del personal de servicio. No lo puedo evitar.
ResponderEliminarEl dedo lo tengo prácticamente inservible, pero si contrae matrimonio (le recomiendo que se haga pareja de hecho, para minimizar gastos), le puedo recomendar al fotógrafo de Clooney, es muy bueno con el photoshop.
Saludos sinceros.