sábado, 6 de junio de 2015

22. El perfume



         -Espera…
         Me vino la imagen de una taberna atestada de vaqueros malolientes y sudorosos con sombreros de ala ancha que cubrían sus apestosos cabellos grasientos en un western. Dos de ellos desafiándose con la mirada en el centro del establecimiento. Los demás mirando expectantes, esperando que empezara la pelea y que botellas y vasos saltasen por los aires, dibujando líneas rojas sobre pieles ajenas. La cámara girando en torno a los dos vaqueros con ojos inyectados en ira… Como los ojos rojos de los oficinistas al finalizar el día después de pasarse ocho horas delante del ordenador, pero sin la posibilidad de aliviarse con un colirio.
           -¿Tú novio se gana bien la vida, verdad?
          -Hace lo que puede, señora- la cámara cada vez girando más deprisa entre los dos vaqueros. Abecedé adoptó una actitud altiva al sentirse atacada, al tiempo que comprendía que había descubierto que ella había lanzado el primer golpe.
           -Te aseguro que lo que puede es mucho… El perfume pour homme al que hueles no se compra en supermercados.
           Me acerqué a ella y aspiré su olor. Tragó saliva, enrojeciéndose sus mejillas. Su temor hacía que me sintiera segura. El olor a rancio enmascaraba el olor de la fragancia que tan bien conocía. La nariz se me puso por segunda vez respingona.
           -¿Has salido hoy de la mansión?
           -Tenía asuntos personales que resolver, señora.
           -Comprendo.
           Silencio largo e incómodo mirándonos a los ojos muy de cerca.
           -¿La señora necesita algo más?
          La miré de soslayo, como las señoras momias mirarían a la joven amante de los tutakámones, en un encuentro casual.
          -Puedes retirarte
         No esperé a que se diera media vuelta para salir corriendo de la mansión, coger el Lancia y conducir temerariamente. A las ocho de la tarde si quieres llegar rápido en coche a alguna parte, hay que saltarse algunos semáforos, adelantar coches y pisar el acelerador al máximo. Si consigues que no te multen y que los viandantes resulten ilesos, estás de suerte. Bien mirado, la fortuna estaba de mi lado.

3 comentarios:

  1. Ahora metiendo las narices en las emanaciones y vida del servicio. Pobre gente, que paciencia ha de tener.
    Saludos aromáticos

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  2. Ahora metiendo las narices en las emanaciones y vida del servicio. Pobre gente, que paciencia ha de tener.
    Saludos aromáticos

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  3. Amigo Uno, era necesario olfatear para confirmar mis sospechas. Oler a los empleados no se encuentra entre mis aficciones.

    Saludos Sinceros.

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