domingo, 22 de mayo de 2016

41. El pastel



          Para elaborar una tarta es imprescindible que la gallina no incube todos los huevos que pone; que llueva lo bastante para que los granos de trigo, que posteriormente se molerán en polvos amarillentos, tengan el tamaño adecuado; que las cañas de azúcar crezcan al abrigo de un sol vigoroso, y que organismos eucariotas fermenten sin alteraciones externas           Combinados bien los ingredientes, se mete la mezcolanza en el horno, previamente calentado a 180 grados durante cuarenta minutos, y mientras la masa va tornándose esponjosa, en la esencia blanca de la vaca diluimos cacao tratado y montamos nata, en distintos recipientes.
          Partir la tarta en horizontal y separar la parte de arriba de la de abajo es la mejor manera de teñirla de marrón por dentro, habiéndola impregnado antes de agua con azúcar. Posteriormente los dos hemisferios volverán a unirse en uno y en la superficie copitos de nieve le darán un toque distintivo y personal. Se puede espolvorear virutas de chocolate o almendras al gusto.
            Hacer un pastel es un milagro, como lo es la vida. Dos personas han de encontrarse entre millones de ellas en un mismo espacio y al mismo tiempo; iniciarse en su interior un proceso bioquímico y perpetuar su amor en un serecillo que les encanecerá. Para hacer un dulce tienen que darse una serie de condiciones que acabaran fundidas en la boca.
           En la cocina María cortaba afanosa verduras. No era una mujer habladora.  Nos habíamos cruzado en un par de ocasiones desde mi vuelta a la mansión y tan solo se había pronunciado con monosílabos. Me miraba con suspicacia y cierta expectación, esperando que hiciera o dijera algo que corroborase el mal concepto en que me tenía.
           Curioseé entre las cazuelas que hervían en los fogones, abriendo y cerrando tapaderas, siendo observada de reojo por la cocinera y una de las chicas del servicio que la ayudaba en las tareas culinarias, desalojando guisantes de su vaina. Cogí un trozo de zanahoria cortado en forma de cuadradito del bol que María tenía delante de ella. De haber sido invierno le hubiera salido el vaho por la nariz.
            -Podríamos hacer un pastel para esta tarde.
            -¿Un pastel, señora? –María tenía la virtud de morder las palabras al pronunciarlas aún arriesgo de que no salieran enteras de su boca.
           -Van a venir unos amigos de Federico en la sobremesa y me gustaría obsequiarles con un delicioso pastel casero.
           -Señora, estoy ocupada preparando la comida. Debería haberme informado ayer de que hoy se serviría pastel.
             -Se me acaba de ocurrir –le pasé una mano por el hombro. Sus ojos recelosos estaban instruidos para metamorfosearse en dagas programadas para clavarse en mi yugular-. ¿Acaso no hacía pasteles antes del accidente?
             Las dos mujeres se miraron buscando respaldo la una en la otra. En los años que llevaba en la mansión se había implementado en el ambiente el miedo que les generaba mi presencia. No les caía bien o al menos no les caía bien la señora que absurdamente se había golpeado la cabeza con un aspersor y temían que la señora que había vuelto a casa volviera a ser la misma que tanto odiaban. ¿Hasta qué punto habría convertido sus vidas en un  infierno?
             -La señora solo entraba en la cocina para dar instrucciones.
             -¿Y era amable con vosotros?
             -Autoritaria y déspota.
            María recibió un codazo mal disimulado de su compañera en el costado que le arrancó un quejido operístico.
            -Pues va siendo hora de que la cosas cambien –tendí la mano hacia la golpista ocasional, que dudó en cogérmela medio segundo.-Berta me ayudará. Siguiendo tus indicaciones seguro que el pastel nos quedará tan bien como si lo hubieras hecho tu misma.
            -¿Recuerda mi nombre señora?
           -No, pero le he pedido a Federico que me hable de todas las personas que viven en esta casa. Vais a tener que ser un poco pacientes conmigo… ¿Empezamos?
           Un milagro debieron pensar las dos mujeres que se había obrado en mi.
           Similar a hacer un pastel o tener un hijo. El milagro de la vida.

 

 
 

2 comentarios:

  1. Pobre de tu ex esposo si se llegase a enterar que la culpa del fin de vuestro matrimonio era achacable a un hámster de la infancia. Bueno, y también el motivo de la boda previa.

    Saludos rememorables

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  2. Amigo Uno:

    La responsable última de las decisiones que tomo soy yo. Cierto que Yuco tuvo algo que ver, pero él solo quería ser libre.

    Saludos sinceros.

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