Estaba
siendo un final de junio poco caluroso. No podía compararlo con el de otros
años, porque no los recordaba, pero los visitantes de la mansión coincidían en
que el tiempo se estaba caracterizando por su inusual benevolencia. Entre ellos
se encontraban mis padres, que varias tardes a la semana venían a verme con la
intención de ayudarme a construir mi vida. Me contaban cosas de la niñez, de la
adolescencia; me hablaban sobre lo que me gustaba y sobre lo que detestaba,
pero por más entusiasmo que insuflaran en la voz, se marchaban desanimados al
no atisbar ni una diminuta señal de recuperación.    
Tomé el hábito de levantarme temprano por las mañanas, dar cuatro vueltas corriendo a la pista de tenis y hacer cinco largos en la piscina antes de volver a mi dormitorio, ducharme y acompañar a Federico en el desayuno. El resto del día leía o paseaba por el jardín. La biblioteca era un sitio extraordinario. Había más de un millar de libros. En muchos casos se trataba de viejas encuadernaciones que abria para aspirar el olor de las letras antiguas. La Iliada, de un tal Homero, me estaba fascinando. Versaba sobre la guerra de Troya, un lugar definido en la nada. Yo misma estaba suspendida en medio de la nada. Dudaba de una existencia anterior a la que estaba conociendo. La vida que llevaba era tranquila, pero a veces la inquietud me daba fuertes azotes que erosionaban la calma y en mi interior miles de cristales me pinchaban y precipitaban a querer saber cuanto antes, todo aquello que desconocía sobre mí.
Tomé el hábito de levantarme temprano por las mañanas, dar cuatro vueltas corriendo a la pista de tenis y hacer cinco largos en la piscina antes de volver a mi dormitorio, ducharme y acompañar a Federico en el desayuno. El resto del día leía o paseaba por el jardín. La biblioteca era un sitio extraordinario. Había más de un millar de libros. En muchos casos se trataba de viejas encuadernaciones que abria para aspirar el olor de las letras antiguas. La Iliada, de un tal Homero, me estaba fascinando. Versaba sobre la guerra de Troya, un lugar definido en la nada. Yo misma estaba suspendida en medio de la nada. Dudaba de una existencia anterior a la que estaba conociendo. La vida que llevaba era tranquila, pero a veces la inquietud me daba fuertes azotes que erosionaban la calma y en mi interior miles de cristales me pinchaban y precipitaban a querer saber cuanto antes, todo aquello que desconocía sobre mí.
            -Hay algo
que me ronda por la cabeza desde hace días.
Federico se limpió la boca con la servilleta y tomó un sorbo de leche con dos cucharaditas de miel. El doctor Gutiérrez le había prohibido beber café.
-¿Qué es querida?
-Cuando me desmayé en el jardín, ¿sobre qué hablábamos?
-Sobre nada de importancia.
Federico se limpió la boca con la servilleta y tomó un sorbo de leche con dos cucharaditas de miel. El doctor Gutiérrez le había prohibido beber café.
-¿Qué es querida?
-Cuando me desmayé en el jardín, ¿sobre qué hablábamos?
-Sobre nada de importancia.
            -¿Discutimos a menudo?
Soltó una risa irónica.
-Podemos no estar de acuerdo en algunas cosas, pero nunca hemos discutido. El entendimiento es uno de los pilares más sólido de nuestro matrimonio.
Asociar matrimonio a Federico era desalentador y solo podía explicar haberme casado con él a un estado de enajenación mental crónico
-Presiento que estás ocultándome algo que podría ser vital para mi recuperación. Necesito conocerlo todo para saber quién soy, aunque no me guste.
-Querida, lo sabrás todo a su debido tiempo. Algunas cosas podrían trastocarte y solo las podrás entender cuando recobres la memoria y sepas quien eres. Solo entonces tú y yo retomaremos la conversación pendiente que tenemos.
Soltó una risa irónica.
-Podemos no estar de acuerdo en algunas cosas, pero nunca hemos discutido. El entendimiento es uno de los pilares más sólido de nuestro matrimonio.
Asociar matrimonio a Federico era desalentador y solo podía explicar haberme casado con él a un estado de enajenación mental crónico
-Presiento que estás ocultándome algo que podría ser vital para mi recuperación. Necesito conocerlo todo para saber quién soy, aunque no me guste.
-Querida, lo sabrás todo a su debido tiempo. Algunas cosas podrían trastocarte y solo las podrás entender cuando recobres la memoria y sepas quien eres. Solo entonces tú y yo retomaremos la conversación pendiente que tenemos.

 
Que gran experiencia ver con ojos ajenos, libres de favoritismos y prejuicios propios, nuestra vida. Una especial oportunidad de aprender sobre el mundo y nosotrosismos.
ResponderEliminarEspero que no vuelvas a ser tú misma jamás
Saludos archivados
Amigo Uno:
ResponderEliminarLe congratulará saber que mi nueva yo, es distinta de la yo anterior y encaminaré todos mis esfuerzo a conservarme así.
Saludos sinceros.