Llamé a mis hijastros desde la sala de espera del hospital, que fueron llegando a lo largo de la siguiente hora, después de que su médico personal –que acudió raudo al percibir mi desesperación por teléfono- confirmara que Federico estaba estable y fuera de peligro.
         -¿Federico tiene problemas para conciliar el sueño? -me preguntó en su
despacho, ataviado con una bata blanca pasada de lavados.
          -Duerme
pocas horas y no descansa lo suficiente… El cree que es debido a la edad.
          -¿Toma
tranquilizantes habitualmente?
         -Si es así, desconocía que lo estuviera haciendo… De hecho jamás lo ha
mencionado –mientras le diseñaba a la verdad un traje nuevo, procuraba que mi
voz sonara firme y segura. Sin titubeos que me delataran.
          -¿Le
ha notado decaído últimamente? 
         -Nooo… -La
elección entre un no y un si es decisiva cuando se le han dado
unas pastillitas naranjas a un marido nonagenario, sin que él lo sepa. La
respuesta adecuada es el salvoconducto que permitirá la libertad de movimientos
futuros- Es decir… sí. Federico es un hombre vital, pero su mirada triste solo
puede hacer suponer que se esfuerza por serlo para no preocuparnos…-el doctor
Gutiérrez asintió con la cabeza y la Parker en el borde de los labios.
Solté un gritito ahogado- Doctor, ¿no estará pensando que Federico…?
           Hubiera roto a llorar de haber sido
capaz de que me salieran más lágrimas que las dos gotitas que descendieron por
las mejillas y se precipitaron por la barbilla sobre la pechera de la blusa
estampada de D&G.
          -Es una posibilidad que no podemos descartar.
          Arropada por el doctor les expliqué
a los hijos de Federico lo sucedido: que su padre se había excedido en la toma
de ansiolíticos intencionadamente. 
         Los cuatros vástagos, algunos de los
cónyuges que les acompañaban y nietos se abrazaron preocupados, los unos con
los otros. Conmovedora escena. Antes de que llegaran los sufridores fui a la
cafetería y pedí una cebolla partida en rodajas. La estuve oliendo durante
minutos encerrada en el baño para estimular los lagrimares. Conseguí que me
escocieran los ojos horrores, pero las lágrimas se negaron a brotar como el
agua de una regadera.
        -El doctor Gutiérrez está de acuerdo
conmigo en que es mejor no mencionarle a Federico el asunto y que sea él quien
lo saque a colación cuando esté preparado para hablar sobre lo que ha intentado
hacer. No sé qué pensáis al respecto, pero lo importante es que no se
sienta culpable o frustrado por no haber conseguido... –les miré consternada-.
Ya me entendéis...
          -¡A padre nunca se le
ocurriría cometer semejante atrocidad!  -la jineta del apocalipsis se
echó a llorar sorbiéndose los mocos sobre el hombro de su marido banquero. No
sabría decir cuál de los cuatro hijos de Federico me caía peor, pero sin duda,
la más repelente a años luz del resto de los hermanos calzaba tacones.
        -Lo sucedido es lamentable pero negando los hechos no resolvemos el problema- la
voz se me quebró pero mis ojos permanecían secos como el esparto.- Vuestro
padre está deprimido y a pesar de que no me separo de él en todo el día, ha
sido lo bastante astuto como para engañarme e intentar quitarse de en medio...
Debemos tomar medidas, lamentándonos no le ayudamos.
          Miré uno a uno a los miembros de la
familia presentes percibiendo en los chicos adolescentes lascivia hacia la abuela.
           -Lo sensato es que una enfermera le haga controles todos los días y le
suministre los medicamentos.
          Nadie tuvo nada que objetar a las
palabras del doctor Gutiérrez. En sus caras –a cual más pasa arrugada- detecté
la serenidad que se instauraba en sus decrépitos cuerpos. 
         La contratación de una enfermera
supondría que la Kathy Bates de Misery que me suponían dejara de
tener el control absoluto sobre su padre. La hija sonrío como la madrastra de Blancanieves vestida de anciana verrugosa
ofreciendo manzanas envenenadas.

 
Pimienta. Mucho mejor que la cebolla para provocar las lágrimas y el enrojecimiento de los ojos.
ResponderEliminarSaludos secretos
Pimienta. Mucho mejor que la cebolla para provocar las lágrimas y el enrojecimiento de los ojos.
ResponderEliminarSaludos secretos
Amigo Uno, le agradezco el consejo. Sin duda, en caso de que sea necesario, procuraré tenerla a mano, aunque también había pensado en unas gotitas de colirio.
ResponderEliminarSaludos Sinceros.