domingo, 2 de octubre de 2016

45. El encuentro

 
    
          Entré en el edificio y saludé al portero, que uniformado de gris ocupaba su puesto detrás de un mostrador de madera de cerezo de ocho de la mañana a dos de la tarde.           -Señora Van Heley, tiene correspondencia en el buzón.
          -Gracias. La recogeré luego.
         Dos escalones separaban el vestíbulo rectangular de mármol marrón claro de la planta principal, en el que pulsé el botón del ascensor, pensativa.
          Ramiro, el chófer de Federico, le había dejado en el Círculo de empresarios, donde pasaría el resto de la mañana. Desde el asiento trasero del Mercedes Benz, vi como un alto joven trajeado con un maletín de piel le estrechaba efusivamente la mano, a lo que Federico correspondió con una afable y casi paternal sonrisa. Tras el encuentro en la calle ambos hombres desaparecieron en la puerta giratoria.
            A los pocos minutos me despedía de Ramiro en la Gran Vía.
            -¿Quiere que la espere, señora?
            -No es necesario. Puedes volver a casa. Gracias, Ramiro.
           Las puertas del ascensor se abrieron. El interior, de acero inoxidable era como las cápsulas espaciales en las que a cualquier niño le gustaría viajar a Marte, desde la nave nodriza, anclada en la nada.
             Un hombre de unos cuarenta años, de pelo castaño despeinado sobre la frente, barba de varios días y ojos pardos se quedó inmóvil al deparar en mi presencia, confundiéndome quizás con un marciano. Deshaciéndose del aturdimiento inicial salió del elevador dubitativo.
             Al pasar por su lado oí mi nombre en su voz. Giré sobre las deportivas para obsequiarle con la calidez de mis ojos franqueados por dos fileras de pestañas rizadas. Su cara era un compendio entre la sorpresa y el escepticismo.
           -¿Nos conocemos?
           -Desde hace años, somos amigos…  Roberto. Me ayudaste a encontrar este apartamento.
           Roberto, Roberto, Roberto…
           -Perdona, pero no…
           -Lamento lo del accidente… –me interrumpió intuyendo mi confusión.- Recuperarás tus recuerdos y dejarás de habitar en el mundo de las tinieblas.
           ¿El mundo de las tinieblas? Aquello parecía una profecía.
           -Mi incidente ha servido para que mi entorno desarrolle el don de la clarividencia.
           Reaccionó a mi sarcasmo con una carcajada fingida. Los músculos de su atractivo rostro se relajaron. ¿Hasta qué punto llegaría nuestro conocimiento?
          -Eso es muy propio de la Cintia que no recuerdas… -me enseñó todas las carillas que llevaba en la boca. El dentista había hecho un buen trabajo con su dentadura-. ¿Tienes tiempo? Podríamos tomarnos un café aquí al lado. Tal vez pueda ayudarte para recomponer parte del puzle de tu vida.
            No estaba segura de mis preferencias o gustos, pero lo que tenía claro es que detestaba los puzles. Mi vida no era un montón de piezas sueltas que había que encajar para que tuviera sentido. Lo tenía per se.
           Vestía con un pantalón tejano, una camisa blanca y una americana beige, muy propia para el recién inaugurado el otoño. Sus manos estaban desnudas de alhajas y no había marca en el dedo de haber llevado alianza. De la manga le sobresalía una pulsera de cuero marrón.
          Pestañeó unas diez veces seguidas. Lanzado el anzuelo, restaba saber si el pez picaría. Se humedeció los labios.
         -Hago un par de cosas en el apartamento y no vemos… ¿Dentro de una hora? -propuse.
         La inversión odontológica apareció otra vez dentro de la cueva.
         -¡Perfecto!
         Se me acercó para darme un cálido y húmedo beso en cada mejilla, a la vez que acariciaba mi brazo desde el hombro hasta la muñeca recuperando la confianza que alguna vez habíamos tenido.
         L'artisan, l'artisan, l'artisan.
         -Me alegro mucho verte.
         Me aparté sutilmente de él con mohín altanero
         -Algún día quizás pueda decir lo mismo.






2 comentarios:

  1. Aléjate de ese Alex es un mal bicho y si usa perfume muy bien no debe oler al natural.

    Saludos coloniales

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  2. Amigo Uno:

    Esa es la pretensión, lograrlo solo depende de una voluntad fuerte.

    Reciba un cordial saludo.

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