Noviembre, tarde lluviosa.
Aífargotof le oveuh. Amot sairav
saenátnatsni edsed savitcepsrep setnerefid. Nu rodacifislaf árah ana acilpér
atcaxe odnazilitu selairetam ed ojab otsoc. (1)
Egnif
res alubmános. Etatnável rop sal sehcon y arucorp euq et naev ralubmaed rop al
asac satnitsid sanosrep ne sotnitsid saíd. Is al echon led otruh le lanosrep
led oicivres eyo núgla odiur o et nev, on sel árañártxe euq sétse atreipsed
y on et naratserp nóicneta.
(2)
Augireva al nóicanibmoc ed al ajac
etreuf arap redecca la ogidóc euq avitcased al amrala adatcenoc a al anru. (3)
Eugisnoc al evalc ed al amrala. Net
ohcum odadiuc. Is et nerbucsed odot es árahce a redrep. (4)
Sod sodimirpmoc ed malozarpla ed
oidem omarg nárae setneicifus arap euq le ojeiv amreud odat al ehcon. (5)
(2) Finge ser sonámbula. Levántate por las noches y procura que te vean deambular por la casa, distintas personas en distintos días. Si la noche del hurto el personal del servicio oye algún ruido o te ven, no les extrañará que estés despierta y no te prestaran atención.
(3) Averigua la combinación de la caja fuerte para acceder al código que desactiva la alarma conectada a la urna.
(5) Dos comprimidos de alprazolam de medio gramo serán suficientes para que el viejo duerma toda la noche.
Federico departía con sus amistades
en la sala del te, donde les hice compañía hasta que me hube tomado la
infusión de tomillo con una cucharadita de miel que Brígida, que empezó
ocuparse de mi bienestar además del de mi marido, me había preparado para
combatir los primeros síntomas de un resfriado en ciernes.
Una vez en el dormitorio, al que me
retiré cansada de oír hablar sobre economía empresarial y política, diluí en un
vaso de agua un paracetamol. No dudaba de las propiedades curativas de las
plantas, pero el brebaje que había ingerido no evitaría que la cabeza me
estallase por el dolor.
Curioseando en el joyero encontré la
llave, debajo de un sinfín de gargantillas y pulseras, que encajaba en la
cerradura del cajón cerrado de la cómoda. El resto de cajones tenía sus
respetivas llaves puestas, pero por alguna razón, había decidido esconder la
llave de uno de ellos.
Lo abrí sin titubeos.
Su interior era un compendio de facturas, tickets de compra, revistas y otros
documentos a los que no les había dado la menor importancia al desterrarlos
bajo llave.
Tiré todo el contenido encima de la cama, cayendo, sobre la improvisada montaña
de altura irrisoria, un cuaderno del tamaño de un libro, con las tapas de
cartón duro serigrafiadas en relieve con motivos orientales plateados, sobre
fondo celeste.
En la cuarta hoja, un texto
manuscrito en aparente grafía desconocida, que no correspondía a ninguna lengua
occitana o escandinava, me aceleró el pulso.
Aquellas premisas olvidadas que leí
con aberración y sudor frío, eran instrucciones para cometer un delito,
escritas al revés.
Cerré el cuaderno sobre mi pecho con tanta fuerza que me clavé los picos de los
bordes en la piel. La sangre se me agolpó en la cara, que ardía hasta dolerme.
Las letras que encerraban aquellas hojas de trazo firme, evidenciaban una
realidad: era una ladrona.
(1) Fotografía el huevo. Toma varias
instantáneas desde perspectivas diferentes. Un falsificador hará una réplica
exacta utilizando materiales de bajo costo.
(2) Finge ser sonámbula. Levántate por las noches y procura que te vean deambular por la casa, distintas personas en distintos días. Si la noche del hurto el personal del servicio oye algún ruido o te ven, no les extrañará que estés despierta y no te prestaran atención.
(3) Averigua la combinación de la caja fuerte para acceder al código que desactiva la alarma conectada a la urna.
(4) Consigue la clave de la alarma. Ten
mucho cuidado. Si te descubren todo se echará a perder.
(5) Dos comprimidos de alprazolam de medio gramo serán suficientes para que el viejo duerma toda la noche.
Un nuevo misterio se cuela en tu vida. No me gusta este nuevo polizón. Matalo y dale de comer sus restos al fantasma de tu hámster o a parientes suyos con más sangre circulando por sus venas.
ResponderEliminarSaludos exóticos
Amigo Uno:
ResponderEliminarSu humor negro no conoce límites. Si no supiera la alta estima en que me tiene, pensaría que sus comentarios van dirigidos a infligirme un profundo dolor. No se lo tendré en cuenta, al fin y al cabo lo hace por mi bien. Agradecida le estoy.
Un saludo sincero.