domingo, 4 de diciembre de 2016

51. La invitación




            -Roberto. Espero que no te importe que le haya pedido tu número al portero, ni que me tengas en cuenta la forma precipitada en que me fui cuando coincidimos en el portal.              La sorpresa y un carraspeo precedieron su voz recién estrenada después de una larga estancia en mundos oníricos.
             -¡Cintia! Claro que no te lo tengo en cuenta, mujer… Te quería haber llamado pero he estado muy liado estas semanas…
            -¿Haciendo qué? –interrumpí su perorata.
            -¿Qué?¿Cómo?
         -Perdona, no hablaba contigo, le preguntaba a Andrés qué estaba haciendo Federico en su despacho… Lleva horas encerrado allí –risa nerviosa al otro lado de la línea-. Por cierto, ¿qué es lo que te mantiene tan ocupado?
            Carcajada sonora. Separé el móvil de mi oído para evitar que su saliva me mojara el pabellón de la oreja.
            -El trabajo… Ya sabes, viajes de aquí para allá, juntas, congresos…
           -Tendrás que ponerme al día cuando nos veamos... Estoy organizando una reunión con amigos en casa. Ese es el motivo de mi llamada, me gustaría que vinieras.
            -¿Con tu marido? –la ronquera que arrastraba desde el inicio de la conversación desapareció repentinamente. Sus palabras sonaron tan claras como las aguas cristalinas de un riachuelo corren altaneras.
            -Federico nos acompañará un rato y luego se retirará a la biblioteca a leer algunos de sus clásicos. Las reuniones le cansan.

             Silencio corto.
            -Cuenta conmigo. Me apetece mucho volverte a ver.             Engoló la voz para darle un toque seductor. Estaría mesándose el pelo revuelto con los dedos. Eran las once y cinco de la mañana. Después de despedirse de mí iría directo a la ducha, se vestiría, se perfumaría y desayunaría fuera. Dos minutos eran suficientes para saber de qué pie cojeaba el sujeto y yo le capté un instante después de que se abrieran las puertas del ascensor.
            -Te mando el día y la hora por whatsapp
. Guarda este número, es nuevo.            -Lo haré.
           -Nos vemos pronto.
           -Lo estoy deseando, preciosa.
           Subrayé su nombre con un marcador azul y llamé al siguiente de la lista.








 

2 comentarios:

  1. Oh, pobre Federico. Pobre viejito chcocho. Con todo lo que ha hecho por ti y lo que te ha cuidado. Tu deber como esposa debería ser la misma de las esposas de los faraones. Acompañarle en vida mientras la suya prosiga y acompañarle en muerte, asumiendo igual condión corporea, por si hay otra vida en la que también acompañarle. Sería un muy bonito gesto de gratitud.

    Saludos místicos

    ResponderEliminar
  2. Amigo Uno:

    Las costumbres del antiguo Egipto han quedado absoletas. La mejor forma de recordar a quien se fue es viviendo muchos años. No le quepa duda alguna.

    Saludos sinceros.

    ResponderEliminar