domingo, 11 de diciembre de 2016

52. Casa familiar




              La casa de los Van Heley de Haut era discretamente amplia comparándola con la mansión. Mil metros de solar y trescientos metros cada una de las dos plantas en que se dividía la vivienda.
              La primera se distribuía en cocina, comedor con acceso a una sala de estar llena alfombras persas en tonalidades rojizas, dos habitaciones, el despacho desde donde el señor Van Heley controlaba su empresa de artículos de piel y estilográficas y tres baños. En la parte superior había siete dormitorios y cuatro baños completos. El mío era propio de una princesa de cuento de hadas o de una niña de diez años: rosa y blanco. Sobre el escritorio, al pie del alféizar de la ventana con vistas al jardín, una jaula de colores vivos rompía la armonía de caramelo de nata y fresa.
             Me acerqué a ella cautivada por su vacío, imaginando a su morador. Mi madre me miraba apoyada en la jamba de la puerta con el aliento contenido. La acaricié con una rara sensación de bienestar que dibujó una concavidad en mi cara.
            -Yuco era tu hámster. Nunca quisiste deshacerte de la jaula ni que otro hámster la ocupara- sin darme cuenta, la señora Van Heley se había puesto a mi lado-. Un día jugando en el jardín con él, se escapó.
            -No se escapó, dejé que se fuera.
          La mirada de mí madre se transformó en expectación. En sus ojos vi un atisbo de esperanza parpadeante.
         -Cuéntame qué pasó ese día.
         -Me gustaría poderlo hacer... Solo sé que nunca hubiera dejado que se escapara... ¿Tienes alguna foto suya?
         -Seguro que encontramos unas cuantas en los álbumes.
         Mi vida en imágenes era como un reportaje en el Hola, con descripción a pie de foto y perfectamente datada.
           Había material gráfico desde cuando era un bebé hasta mi boda con Federico. Me había vestido de novia en dos ocasiones, solo que la primera vez, que mi madre calificó de despropósito, el novio era más joven que mi segundo marido. Aquel chico alto y desgarbado de sonrisa dulce que me rodeaba la cintura con su brazo, no era otro que el hombre que saludó a Federico y que días más tarde vi en el restaurante en el que comía con Regina. Mi marido y mi ex marido se llevaban bien.
          Pregunté a mi madre sobre la relación de ambos hombres. Ignoraba que fuera estrecha pero tampoco clamó al cielo por ello.
          -Todos nos movemos en el mismo círculo social. Los intereses acercan a las personas. Federico tiene negocios, Gonzalo es abogado, uno de los mejores. Ha conseguido labrarse un buen prestigio profesional. Empezó trabajando para su padre, pero al poco tiempo le contrató una de las firmas más importantes de país de la que le han hecho socio recientemente –deslizó el dedo por el chaqué del novio como si estuviera alisando las arrugas de la tela-. A su lado, hubieras tenido muchas satisfacciones. Era el hombre que me hubiera gustado para ti.
           Se le quebró la voz. Orientó la cabeza hacia el techo, decorado con escayola y lámparas de lágrimas de cristal, tragó saliva y volvió a fijar la vista en el álbum abierto sobre sus rodillas.
          -¿Por qué nos divorciamos?
         El banquete de bodas se celebró en una finca segoviana. Las mesas, con manteles blancos bordados con hilo de seda marfil, rodeaban una fuente redonda esculpida en mármol. En el centro, un querubín desnudo bebía agua de un cántaro, sostenido en el aire con sus pequeñas manos. Cientos de pétalos de rosas rojas y blancas flotaban en el agua. Para los señores Van Heley de Haut, aquel había sido uno de los días más felices de su vida. El anuncio de la boda les pareció fruto de una decisión poco macerada, pero casando a su hija creyeron fervientemente, que el matrimonio me haría madurar y distinguir lo que era importante de lo prescindible. Poco tiempo tardarían en cerciorarse de lo equivocados que estaban.
           Suspiró apesadumbrada. Para ella no era sencillo ahondar en aquella parte de mi pasado que consideraba una mancha negra en la reputación familiar.
          -Erais muy jóvenes. No teníais la madurez suficiente para afrontar un matrimonio. Gonzalo quería seguir preparándose para ser el hombre de éxito que es hoy, y tú no tenías claro hacia dónde dirigir tus pasos y preferías seguir viviendo como lo has hecho siempre... de los demás  –carraspeó llevándose el puño a la boca-. Las obligaciones te abrumaron y pusiste fin a algo que no debía haberse producido tan pronto –tomó aire para continuar. Contarme mi historia le obligaba a echar sal sobre heridas centenarias-. Cuando os casasteis apenas llevabais unos meses de noviazgo, por lo que la noticia del enlace nos tomó por sorpresa a todos e incluso llegamos a considerar que la premura venía dada porque un bebé venia de camino... –se permitió esbozar una sonrisa que relajó la expresión de su cara.- No te creas que ser abuela antes de los sesenta me entusiasmaba, pero estabais tan ilusionados que transigimos, aún temiendo que podíais estar cometiendo un gran error. Estas cosas o salen bien o acaban de la peor manera posible.
           -Y ocurrió lo segundo. Vuestros temores se cumplieron. Fui yo quien los hizo reales.
           Me dio unas palmaditas en las manos.
           -Tu impetuosidad hacía que te comportaras de otro modo. Quizás la educación que te hemos dado no haya sido la más adecuada. Eres nuestra única hija, queríamos lo mejor para ti, pero lo mejor no es lo que te convenía -más palmaditas en las manos, esta vez rápidas y fuertes-. Ahora eso no importa. No puedes lamentarte de las cosas que no recuerdas haber hecho.
          -La amnesia no me exime de responsabilidad.
          -Ya estás pagando por ello.



 

2 comentarios:

  1. Sí, sí sí. Apuntante a las clases de pintura. Creo que la pintura se te dará mucho mejor que la poésia, cosa que no es complicada, incluso si pintas con los ojos cerrados y el pincel del revés.
    Exprasa todas tus emociones y sensibilidades en telas con colorines.

    Saludos coloridos

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  2. Amigo Uno:

    No descarto su recomendación, pero las palabras son ahora en vehículo en que viajan mis emociones y por el momento tengo el depósito lleno de combustible.

    Saludos sinceros.

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