domingo, 9 de julio de 2017

64. Nostalgia




             A veces echo de menos a Étienne.              Se me pasó por la mente invitarle a la reunión, desenmascararme al mismo tiempo delante de él y de todos los demás, pero desistí de la idea al instante. La parte de mi vida que más me desagradaba debía contársela a solas para no condicionar su reacción y lo haría antes de mi debut teatral, en su buhardilla, durante la cena que le ayudaría a preparar en los zapatos de un pinche torpe o después, no sabía cuál sería el mejor momento para desnudar mi alma y ensañarle lo fea que era. Improvisaría. Tras la finalización de la función, no estaba segura de cuál iba a ser mi destino, aunque podía figurarlo, ni si volvería a verle después de aquella tarde de varietés. Etiénne tenía que saberlo antes. Merecía la deferencia.
             Las cosas no siempre salen como las planeamos. Una vez más. Cené con Étienne por última vez la noche anterior a la convocatoria en la mansión.
            Terminada la velada me fui con el roce de su cuerpo en la piel y el corazón hecho trizas. No me atreví a enfrentarle, guardé silencio, fingí que la desazón no me quemaba las entrañas y que no me estaba despidiendo para los restos de nuestras vidas. Siembra vientos y recogerás tempestades. Dos segundos bastaron para recoger el fruto de mis maquinaciones. Me estaba bien empleado.
            Al volver a la mansión me metí en la ducha para deshacerme de sus caricias y de su olor, destrozada por el dolor. La niña de diez años que liberó a Yuco, lloraba amargamente bajo el chorro de agua, como la mujer de más de treinta que abominaba de sí misma.
           Decepción, frustración, desolación.
            Nada importaba lo que ocurriera al día siguiente.
            Ya había perdido todo cuanto quería.


 
 

 

 

2 comentarios:

  1. Finalmente el más listo de todos va a ser Gonzalo. Sobre todo por las lecciones aprendidas.

    Saludos estudiados

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  2. Amigo Uno:

    Sin lugar a duda la razón le asiste.

    Saludos cordiales.

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