domingo, 20 de agosto de 2017

69. Lola




             Al estallar la guerra civil Federico llevaba cuatro meses viviendo en Tetuán. Allí trabajaba para su futuro suegro, que además de ostentar un cargo militar en el Protectorado español en Marruecos, negociaba con Inglaterra, Francia y Alemania, países en continuos conflictos entre sí.
             Federico nos barrió a todos con la mirada deteniéndose en Gonzalo, al que las actividades del anciano en el pasado le exasperaron sintiendo repugnancia al oírle hablar sobre ellas. Le tenía por un hombre íntegro que se había mantenido al margen de conveniencias partidistas pero muy al contrario, se había metido en todos los ajos porque sus intereses iban en otra dirección, aunque esto supusiera la desgracia de terceros.
             “No me siento orgulloso de lo que hice, pero era joven y vivir al borde del abismo tenía un componente adictivo muy atractivo.”
             A los veintidós años contrajo matrimonio con Juanibel a la que describió como una mujer hermosa, sencilla y discreta: “Lo mejor con lo que la vida me pudo premiar”.
              Adquirieron una casa en Tánger, en la que nacieron algunos de sus hijos.
             “La etapa en Tánger fue la de mayor esplendor de nuestra vida. Salíamos por las noches, trasnochábamos, nos levantábamos tarde por las mañanas… Descubrimos una forma diferente de vivir la vida, lejos de convencionalismos sociales. Tánger era nuestro paraíso clandestino. Estábamos bajo el régimen franquista y la libertad era un utopía de la que disfrutábamos en secreto.”
              Los recién casados frecuentaban un club nocturno regentado por una granadina que se había hecho a sí misma, ayudándose de su lozanía y de los hombres. En aquellos días de excesos, una cupletista española amenizaba las noches con su voz grave en La Granadina Marité.
             “Lola destacaba por una belleza exótica extrema y un aura misteriosa que nos cautivaba a todos.”
             Al terminar la actuación saludaba a los clientes en agradecimiento a su asidua asistencia. Una noche se acercó a la mesa que ocupaban Federico y Juanibel. Él se levantó torpemente y le besó la mano enguantada sin que sus pupilas se perdieran de vista. Siempre llevaba las manos cubiertas.
            “Amaba a vuestra madre, era la mujer de mi vida, pero la cercanía de Lola me producía una corriente eléctrica que me recorría el cuerpo de pies a cabeza.
            -Le presento a mi esposa.
            Las dos mujeres se besaron con recelo y cortesía a partes iguales.
           -Sería un honor que nos acompañara el resto de la velada.
           Lola negó con la cabeza y una dulzura maligna en sus ojos clorofila.
           -En otra ocasión.
           Se contorneó entre las mesas haciendo que los caballeros se levantasen a su paso zigzagueado y desapareció por el pasillo hacia el camerino.
           Estaba bajo su influjo.”
 

2 comentarios:

  1. Otra vez Yuco, que seguro que no aguanto una hora vivo antes de que algún gato u otro depredador lo incorporase en su dieta.
    También pude ser que los extraterrestes abduciesen a Yuco, experimentasen con él y lo devolviesen a la Tierra convertido en Etiènne. ET...iènne . Ya sólo falta la escena final en que tu pones a ETiènne en el cesto de una bicileta tapado con unos trapos y comenzáis a volar por encima de los tejados con una enorme luna de fondo.

    Saludos alienigenas

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  2. Amigo Uno:

    Su cruel ironía me divierte, pero debo confesar que Yuco y Etiénne tienen similitudes que los acerca: ninguno de los dos parecen de este mundo y los dos me robaron el corazón y lo hicieron trizas sin intención alguna.

    Esa luna tan redonda y grande que me brinda, algún día será el decorado de una bonita historia.

    Saludos sinceros.

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