Esa misma tarde muchos curiosos se
acercaron a ver como la plaza se iba transformando en un escenario improvisado.
Mariano, director de la compañía, agradeció mi ayuda cuando se la ofrecí.
Delante de la fuente, enganchamos una lona negra a dos estructuras metálicas
desmontables. Varias veces mis ojos se cruzaron con los de Marité, que
respondía con una sonrisa, mientras yo agachaba la cabeza ruborizado porque me
hubiera pillado mirándola.
Los vecinos, por iniciativa propia encendieron
pequeñas hogueras con troncos delimitados por piedras que formaban círculos para
combatir el frío del invierno y entusiasmados sacaron sillas que dispusieron en
filas.
Fue una noche memorable que empezó con Mariano,
el maestro de ceremonias, dando la bienvenida a los presentes. Marité animó la
velada con “Pichi” y “Los nardos”, que los espectadores
acogieron con agrado y palmas. Víctor, que en el escenario se movía como el
divo que era en la vida real, emocionó con “Volver”
y “El día que me quieras” y al
finalizar el espectáculo Mariano, con voz de barítono, impresionó con un tango
poco oído en nuestras tierras, mientras Eugenia y Víctor bailaban a su lado, Gira, Gira”.
Dado tomó
un sorbo de su café. Federico cogió otra tostada del plato.
-No podía apartar la vista de Marité –Un sorbito
más corto de café-. Me obnubiló… Bueno, sabes lo que eso.
Federico sabía perfectamente lo que significaba
hacer lo contrario a lo que se quería como si una fuerza misteriosa se lo
impusiera. Le pasaba con Lola y con Dado.
No tenía claro quién le seducía más.
“Me quedé a desmontar el escenario deseando que
la noche se alargase para no tener que volver a casa aún. Solo hacía unas horas
que conocía a La pequeña compañía,
pero sentía como uno más de ellos.
-Cena con nosotros, estás invitado.
Mariano me dio unas palmaditas en la espalda.
Celso me estrechó la mano. Eugenia me sonrió. Víctor me miró con la altivez con
que miraba a todo el mundo y Marité… Marité me cogió del brazo para que les
acompañara al bar, donde Rosario había preparado tortilla de patatas y pescado
a la plancha con tomate frito. Esa misma noche, compartiendo historias y risas,
me enrolé en la mayor aventura de mi vida”.
Pueden denominarlo amistad, amor, atracción, su nombre es lealtad hacia uno mismo. Los sentimientos puros no pueden nacer de otro lugar que sea la honestidad.
ResponderEliminarUn abrazo fuerte.
Acertado pensamiento. Tu coherencia me abruma y temo no estar a la altura, aunque esto no me preocupa, pues cuento con tu generosidad.
ResponderEliminarDos abrazos, querida.