“Nos volvimos a ver a la mañana siguiente en la
misma mesa de la terraza del hotel Continental… y al siguiente… y al otro hasta
que al quinto día, Lola apareció con un vestido de tirantes verde oliva de seda
con vuelo y la melena pelirroja cayéndole sobre los hombros bajo un sutil
tocado del mismo color que el vestido con una flores blancas bordadas.
-¡Estás impresionante! –balbuceé
como consecuencia del nerviosismo que me producía tener tan cerca a aquella
enigmática mujer. La más hermosa que he conocido nunca… “
-¡Estás faltando a la memoria de
madre!
La apocalíptica interrumpió una vez más el relato de Federico, al que
borró de un golpe la sonrisa nostálgica que le producían los recuerdos. Su boca
se convirtió en una línea firme y tensa sobre su rostro arrugado.
-Si dejas que termine llegaré a la
parte en la que tu madre se lo pasaba tan bien como yo en aquella época, aunque
descubrir su naturaleza real te desquicie. Fuimos jóvenes como tú lo fuiste
alguna vez y nunca consideramos nada de lo que hicimos un error… No estamos en
igualdad de condiciones con respecto a ti.
Segunda estocada en la tarde a la
hija quejica e intolerante… El misterio que rodeaba a mi hijastra suscitaba
cada vez más interés en mí… ¿Qué le avergonzaría haber hecho en el pasado tanto
como para considerarlo un error en la intachable reputación de una puritana?
Presentía que estaba cerca de descubrirlo y que aunque Federico no aprobó su
actitud, la apoyó guardando su secreto. ¿Lo conocerían el resto de sus
hermanos?
Todos imaginamos cuales eran esos
asuntos que a algunos repugnó, a otros asombró y hay quienes en la recreación
que hicieron en su mente incluso experimentaron sensaciones nuevas que no les
importaría hacer realidad.
Miré la estampa que tenía ante mis ojos: Gonzalo
y Alex, mi ex-marido y mi ex-amante lucían una sonrisa jocosa en sus rostros.
Alex parecía no tener ya prisa por marcharse y a Gonzalo el cansancio que le
había notado en algunos momentos de la tarde, probablemente porque desde su
recién estrenada paternidad dormía menos horas de la que su celebro necesitaba
para renovarse, se acentuaba menos en un cara cada vez más relajada y
sonriente.
Regina continuaba sin procesar a la velocidad habitual
todo lo que estaba ocurriendo en la sala. De habérsele pasado por la cabeza
grabar cuanto ocurría en la salita del te de la mansión, para reproducirlo a
sus amistades, se habría quedado sin batería.
El servicio se miraba entre sí y se sonreían
asistiendo a la insólita historia de Federico, al que conocían como un hombre
recto, disciplinado y amable, del que
jamás hubieran sospechado que en su juventud tenía el corazón desbocado,
ni que se entregara con tanta facilidad a sus instintos más básicos.
La incomodidad de mis hijastros la delataba sus
traseros inquietos. Cambiaban de postura continuamente, resoplando a menudo y
consultando la hora en su reloj con frecuencia. Me detuve en la jineta para disfrutar de la contracción
de los músculos de su cara y de los morros porcinos que lucía todo el rato.
“Los encuentros posteriores a esa primera vez
con Lola terminaban en la habitación que el Continental ponía a disposición de
la estrella que dos veces al mes deleitaba a sus clientes con una actuación.
Una mañana, saliendo del baño con el albornoz
blanco del hotel, abrí la puerta de la habitación, cuando la golpearon dos
veces pensando que el mozo nos traía algo que Lola había pedido por teléfono
mientras me duchaba. El estupor asomó por mis ojos. Era Juanibel.”
Viajar a Tánger para seguir los pasos de tu abuelo, te reconciliaría con su ausencia.
ResponderEliminarUn abrazo, amiga.