-Menudo espectáculo el que montaste ayer
–carcajada socarrona. Pensar que Alex en otros tiempos me atraía me producía
arcadas-. El integral fue apoteósico.
-Supongo que el motivo de tu llamada es otro. No
perdamos el tiempo y suéltalo ya. Tengo cosas que hacer.
-Quería saber cómo estabas.
-Preferiría que no me mintieras pero como no
puedo elegir y no me apetece alargar este intercambio de absurdos, puedes estar
tranquilo. Asumo toda la responsabilidad de lo que hicimos. Sigue con tu vida
como si no fueras instigador de un delito.
-Veámonos en tu apartamento y hablemos… Hay
cosas que quiero explicarte…
Destalles como que mientras me jugaba el tipo
para mejorar el futuro de ambos, él se aseguraba el suyo liándose con una
policía infiltrada en la mansión como sirvienta, que Federico me había puesto
para que controlase mis pasos, auspiciado por Gonzalo, que tras nuestro
encuentro en una cafetería a petición mía, dedujo que estaba tramando algo que
no beneficiaría a nadie, mucho menos al propio Federico. Alex no contaba con
que Marina fuera una policía encubierta y ni Federico con que se enamorase de
Alex.
Su tono suplicante era el preludio de que
utilizaría cualquier táctica para llevarme a su terreno, inútilmente, por otra
parte. Las arenas movedizas quedaron atrás. Solo pisaba tierra firme.
-Adiós, Alex.
Colgué.
Mi ex amante no sabría que era nieto de mi
marido.
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