Regina me mantiene informada de los chismes de
su círculo social, al que antes yo pertenecía. Sus visitas me entretienen.
Desde que estoy aquí solo ha faltado dos veces a su cita mensual, la primera
para casarse, la segunda para divorciarse.
-No es que quiera copiarte, mi matrimonio ha
sido menos exprés que el tuyo con Gonzalo, al menos he aguantado un año, pero
coincido contigo en que el matrimonio no está hecho para nosotras… Todos los
días levantarme al lado del mismo careto se me empezó a hacer cuesta arriba a
los seis meses, y como tampoco tengo necesidad de pasarme el resto de la vida
atada a un solo hombre, ya sabes que en la variedad está el gusto, se lo dije
claramente: hemos acabado. Arturito enmudeció del golpe, pero su silencio
respondía más que al dolor de la ruptura o la decepción del fracaso, al alivio
de que hubiera tomado la decisión por ambos. El no lo hubiera hecho nunca
aunque le costara la felicidad –suspiro profundo con aire resignado. Aunque no
lo mencionara, sé que a Regina le hubiera gustado que su matrimonio durar
cincuenta años para presumir al cabo de ese tiempo de historia de amor longeva,
pero Arturito no es lo que esperaba y al darse cuenta cortó por lo sano-. Aquí
me tienes tan divorciada como tú y con ganas de conocer maromo que solo quiera
divertirse… En nuestra órbita es tan difícil encontrar a alguien así… Estoy
pensando en darme un garbeo por barrios obreros. Tengo entendido que los
hombres son más decididos y menos propensos a formalismos. Cuando salgas de
aquí me acompañas y le das una alegría al cuerpo que desde que estás encerrada
pocas se ha llevado.No le he referido que Gonzalo vino a verme y mucho menos que le besé para imponerme sobre su voluntad, ni que salí perdiendo porque se marchó sin que se le erizara el vello, prueba irrefutable de que sus palabras eran ciertas: me había dejado de querer.
Regina comprendería la frustración que sentí como yo entendía su afán de conocer a otros hombres para compensar su fracaso matrimonial, aunque ella no lo considerara un fracaso de cara a la galería, sino una decisión inteligente. Nuestras actitudes van enfocadas a llenar vacios que se ahuecan con el aumento de la frustración. Cuando comprendimos esto la una de la otra nos empezamos a tolerar y nos tomamos simpatía. Lo cierto es que no auspiciaba que permaneciera a mi lado en mi descenso a los infiernos, ni que esperara paciente a que subiera a la superficie.
Nuestro modo de entender la amistad, quizá no distara tanto de lo que realmente era.
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