sábado, 10 de enero de 2015

2. Mi naturaleza


 
   
       Me preguntaba con cierta frecuencia por qué no prestaba atención a quienes acababan teniendo razón, en lugar de dejarme llevar por mis impulsos aún sabiendo que me conducirían directamente al fracaso al que irremediablemente estaban abocados mis actos.
    
     La naturaleza de tales divagaciones venía dada por el exceso de tiempo libre del que disponía, y es que si algo perseguía en la vida, es la garantía de que siempre habría alguien que hiciera las cosas que no me gustaban o apetecían hacer, por y para mí. Pasaba las horas, una tras otra, cavilando sobre superficialidades como si debía pedirle perdón a mi mejor amiga por haberle pisado el pie intencionadamente con un tacón de aguja la noche en que, en una fiesta en casa de unos amigos, se encaminó hacia nosotras el hombre más guapo que había visto en toda la semana y probablemente también en el mes, con la intención de establecer una conversación con nosotras. En la distancia que nos separaba y que él acortaba con pasos de piernas largas, intercepté su mirada y me di cuenta de que, inexplicablemente, su interés lo había suscitado mi amiga y no yo, por lo que me vi obligada a librarme de ella de forma contundente y sutil. La elegancia me viene de abolengo.
     Cuando el anfitrión de la fiesta se la llevó a urgencias,  donde le inmovilizaron el segundo dedo del pie que resultó fracturado -lo que no me extrañó dada la constitución ósea frágil y endeble de Regina-, me quedé hablando con el hombre guapo, fingiendo estar afectada por el accidente que había sufrido mi amiga y busqué consuelo acercándome a su boca con la cabeza apoyada sobre su hombro y una mano sobre su pecho, que de vez en cuando deslizaba arriba y abajo, pero el hombre guapo estaba tan poco receptivo, que lo único que conseguí aquella jornada fue besarle en la comisura de los labios al despedirnos, en un descuido suyo, antes de que se marchara.
    
     Analizando los hechos detenidamente concluí que era ella quien debía disculparse conmigo por haberme echado a perder la noche. Si no se hubiera quejado tanto del pisotón y mucho menos quitado el zapato para que todos vieran lo hinchado y sanguinolento que tenía el dedo, el hombre guapo y yo hubiéramos tenido la oportunidad de profundizar en un conocimiento exhaustivo de nuestras personas y, de mi cuenta corría ampliar ese conocimiento a uno mucho más íntimo, pero después de que se la llevaran al hospital, el hombre guapo parecía conmocionado.
 
     Llamé a Regina al día siguiente exigiéndole que se disculpara por una conducta poco acertada y mucho menos generosa, propia de una cretina como ella,  pero se negó rotundamente en banda, lo que me disgustó tremendamente dos minutos y cuarenta y siete segundos, lo que tardé en decidir que me iba de compras.

2 comentarios:

  1. La amistad ya no es lo que era, Auri.
    Te voy a hacer una pequeña crítica constructiva:eres una pedazo egoísta de mie...
    Creo que ocasiones piensas demasiado en ti y tus circunstancias y no tienes en cuenta los intereses de quienes te rodean.

    No te precupes, de hombres guapos esta lleno el mar o algo así. Te recomiendo que te apuntes a un club de submarinismo para satisfacer tus necesidades oculares.

    Saludos

    ResponderEliminar
  2. Amigo Uno, observe que el tiempo utilizado es pretérito, por lo que aún aceptando su crítica constructiva y asumiendo lo que alguna vez fui como parte de mi crecimiento personal, le pido no se refiera a mí en esos términos en tiempo presente, ya que estaría cometiendo un grave error, y no quisiera llevarle a confusión.

    Cierto que mi comportamiento ha podido parecer egoísta en el pasado, pero a veces las circunstancias me obligaban a ello, o así lo creía. No le quepa duda alguna de que estaba equivocada.

    Reciba un sincero saludo.





    ResponderEliminar