-¿Qué has hecho qué?
          Probablemente
Alex se había levantado precipitadamente de la cama. Su voz cada vez sonaba más
fuerte. 
          -No voy a
repetírtelo otra vez.
          -¿Seguiste
mis instrucciones al pie de la letra?
          Dudé unos segundos antes de
responder. No se le pueden pedir peras al olmo, todo el mundo lo sabe.
          -Más o
menos.
          -¿Más o menos? 
          -Quería
asegurarme de que durmiera toda la noche y… ¿Cómo iba a imaginar que no
despertaría nunca?
           -¡Estás
loca! 
           -Solo fueron dos pastillitas más…
          -Cuatro pastillitas para un anciano de noventa y cinco años, operado del
corazón que se medica todos los días puede ser mortal. El problema es mayor de
lo que crees.
          Varias propuestas de indumentaria
pasaron por mi mente a la velocidad de un rayo. Tenía modelos para asistir a
todo tipo de evento, pero no para estar en la cárcel. Quizás debería comprar
algo adecuado y evitar los complementos, antes de que me condenaran a vivir
entre rejas.
          -Soy consciente de la magnitud del lio en que nos has metido.
          Alex protestó al otro lado del teléfono.
         André y una de
las Abecedé entraron en el
dormitorio. Me aparté el móvil de la oreja.
        -Estoy intentado hablar con su médico pero no lo localizo –le dije al
mayordomo- Llama a una ambulancia... ¡Rápido!

 
La de Federico si que es una vida de ensueño. Animálico, sólo estaba dormidito. Menos que esa medicación atípica no lo cambió de mundo.
ResponderEliminarSaludos revitalizantes
La de Federico si que es una vida de ensueño. Animálico, sólo estaba dormidito. Menos que esa medicación atípica no lo cambió de mundo.
ResponderEliminarSaludos revitalizantes
Amigo Uno, afortunadamente, debería añadir.
ResponderEliminarDe haber sabido que le sentaría tan mal dormir tanto, no le hubiere inducido al sueño.
Saludos Sinceros.