sábado, 9 de mayo de 2015

18. El accidente


    
          -¿Qué has hecho qué?
          Probablemente Alex se había levantado precipitadamente de la cama. Su voz cada vez sonaba más fuerte.
          -No voy a repetírtelo otra vez.
          -¿Seguiste mis instrucciones al pie de la letra?
          Dudé unos segundos antes de responder. No se le pueden pedir peras al olmo, todo el mundo lo sabe.
          -Más o menos.
          -¿Más o menos?
          -Quería asegurarme de que durmiera toda la noche y… ¿Cómo iba a imaginar que no despertaría nunca?
           -¡Estás loca!
           -Solo fueron dos pastillitas más…
          -Cuatro pastillitas para un anciano de noventa y cinco años, operado del corazón que se medica todos los días puede ser mortal. El problema es mayor de lo que crees.
          Varias propuestas de indumentaria pasaron por mi mente a la velocidad de un rayo. Tenía modelos para asistir a todo tipo de evento, pero no para estar en la cárcel. Quizás debería comprar algo adecuado y evitar los complementos, antes de que me condenaran a vivir entre rejas.
          -Soy consciente de la magnitud del lio en que nos has metido.
          Alex protestó al otro lado del teléfono.
         André y una de las Abecedé entraron en el dormitorio. Me aparté el móvil de la oreja.
        -Estoy intentado hablar con su médico pero no lo localizo –le dije al mayordomo- Llama a una ambulancia... ¡Rápido!
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
































3 comentarios:

  1. La de Federico si que es una vida de ensueño. Animálico, sólo estaba dormidito. Menos que esa medicación atípica no lo cambió de mundo.
    Saludos revitalizantes

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  2. La de Federico si que es una vida de ensueño. Animálico, sólo estaba dormidito. Menos que esa medicación atípica no lo cambió de mundo.
    Saludos revitalizantes

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  3. Amigo Uno, afortunadamente, debería añadir.
    De haber sabido que le sentaría tan mal dormir tanto, no le hubiere inducido al sueño.

    Saludos Sinceros.

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