sábado, 9 de diciembre de 2017

77. La Pequeña Compañia




            La presencia impuesta por Federico de Alex en la reunión, terminada mi intervención, era un misterio para los asistentes, incluido para el propio Alex, que en su marcha se las habría ingeniado para desaparecer de la ciudad un temporada larga, como mínimo hasta que los hechos oníricos que yo había  relatado prescribieran. Estaba convencido, como todos los demás de que mi despliegue de sinceridad tendría consecuencias con la justicia, y que Federico, con tanta reminiscencia centenaria,  solo estaba demorando el momento de que me detuvieran, que hicieran lo mismo con él y con Marina/Eva, en calidad de cómplice en sus tejemanejes.
           No a más tardar descubriríamos que todo quedaba en familia, pero antes Federico tenía que ocuparse de la época de su vida en la que fue más feliz… Tánger.
           Los dos amigos se estaban sentados en la terraza del Continental frente al mar, donde Dado le relató los fragmentos de su vida que les había vuelto a unir en un país extranjero.
           “A principios de 1936 a la aldea llegaron unos comediantes que recorrían en una destartalada camioneta los pueblos de todas las regiones con un espectáculo de varietés.
           Se apearon delante del único hostal que había, en la plaza de la fuente. El conductor, un hombre corpulento con pelo en los laterales de la cabeza,  descendió del vehículo, seguido del copiloto, más delgado y alto que el primer hombre y se dirigieron a la parte de atrás para ayudar a bajarse a dos mujeres, una mayor que la otra, y a un hombre trajeado con una línea de pelos enfilados encima del labio superior. Los cinco desfilaron hacia el interior del hostal.
          Atravesé la plaza con paso rápido y entré por la puerta por la que segundos antes lo habían hecho los forasteros. En la aldea nunca pasaba nada de interés, por lo que la llegada de cinco desconocidos en una camioneta, suscitó mi curiosidad.
           Antoliano es el propietario del hostal junto a su esposa Rosario, una casa de dos alturas construida en piedra, con seis habitaciones en la primera planta y un baño que da servicio a los dormitorios, y que eventualmente ocupan viajantes que están de paso por la zona. Antoliano y Rosario viven de lo que le da el bar de la planta baja, al que algunos vecinos van a comer al mediodía o durante la sobremesa juegan al dominó o al mus.
           Me quedé en la puerta parado observando ensimismado a los personajes más variopintos que había visto en la vida.
           El hombre gordo hablaba con Antoliano mientras que el resto miraba con interés el vestíbulo del hostal, del que ascendía una escalera de madera que conducía al primer piso. En la planta baja, en una habitación contigua al bar, se hospedaban Antoliano y Rosario.
           Todos excepto el hombre gordo se giraron en mi dirección al percibir el olor de los quesos. Obedecí a Antoliano cuando me indicó que entrara en la cocina, donde Rosario me esperaba. Me abrí pasó entre los visitantes y desaparecí por la puerta de detrás del mostrador. Al poco Antoliano entró e informó a su mujer de que durante dos días iban a tener huéspedes y que esa noche, habría un espectáculo. La cara se me iluminó”.
 

4 comentarios:

  1. Querida Cintia, nos conocemos desde hace años, aunque no tantos como para peinar canas.
    Este ejercicio de exorcismo público te servirá para liberarte de anclajes que no te hacen bien. Sin cargas a tus espaldas, la vida te pesará menos.
    Tu abuelo era un hombre execpcional. Tu también lo eres.Créetelo.

    Recibe el abrazo de una amiga.

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  2. Daniela, querida siempre, me estoy deshaciendo de una parte de mí que no me gustaba, asumiendo lo que era y lo que soy ahora.
    Desnudar el alma es la mejor medicina para curarla.

    Te devuelvo el abrazo, con máximo afecto.

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  3. Queridas las dos, pero que empalagosas sois cuando hacéis un uso indiscriminado del azúcar.
    Dani, me recomendaste la tragicomedia de una amiga y estoy que no salgo de mi asombro. Dejémoslo ahí.

    Cintia, después de atragantarme en algunos momentos con tu vida (tengo la esperanza de que lo que he leído sea una broma), si Dani te tiene en estima, algo bueno debe haber en ti. Quizás lo encuentre algún día.

    Un saludo (sin edulconantes).

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  4. Amigo Carlos, no se lleve una impresión equivocada de mi persona. Los errores no se enmendarían si no se cometieran antes. Estoy en el camino.
    Le agradezco los minutos que ha dedicado a interesarse por mi vida.

    Saludos sinceros.

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